Pero el corazón no descansa. No dejamos de amar ni de desear que nos amen. Por eso, en verano, también se cuida el corazón. De cómo lo hagamos dependerá nuestro "regreso" en septiembre. Incluso podemos haber hecho grandes viajes y tirarnos, literalmente, al sol en un playa espectacular, y volver cansados a lo cotidiano. Porque no sirve de nada que el cuerpo descanse si no descansa la mente y el corazón, si no cuidamos el espíritu, nuestro interior.
Por eso, en este verano te aconsejamos:
- Regálate un buen libro (si es de papel, papel, mejor)
- Da paseos tranquilos (solo o acompañado)
- Practica algo de deporte: un día de senderismo, natación,... (mover el cuerpo te hará bien)
- Pasa tiempo con los amigos (los de toda la vida y los nuevos)
- Celebra la Eucaristía de cada domingo (algún día más también te vendrá bien)
- Aprovecha los viajes para contemplar la creación (y cuidarla)
- Rezar un poco más (acuérdate de María)
- Regala algo de tu tiempo (quizás algo de voluntariado)
- Dedica más tiempo a la familia (se lo merecen)
- Olvídate de las prisas ("pierde" el tiempo en lo que importa)
- Deja el móvil (puedes vivir sin él, ya verás)
- Diviértete con juegos de mesa tradicionales (quita el polvo del parchís y el trivial)
- Y todo lo que se te ocurra para que sean vacaciones de verdad
¡FELIZ VERANO!
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