Como no podía ser de otra manera, damos gracias a Dios por todo lo vivido con una Eucaristía. Todo nos ha servido, nos ha hecho crecer, nos ha ayudado a comprometernos para cambiar el rumbo de la historia. Y sólo podemos decir: GRACIAS, SEÑOR.
Ojalá todo quede bien guardado en nuestro corazón y seamos como esa planta que se cuida y riega con cariño y esmero para que siga preciosa y dispuesta para dar fruto. ¡También en verano!
Reunirnos todos, desde los peques hasta los mayores que ya han terminado su etapa con nosotros, siempre es un motivo de alegría y emoción. Además, hemos tenido la suerte de contar con las madres que durante todo el año nos han acompañado y enseñado a rezar en el Oratorio. Para ellas también ha sido una auténtica bendición.
HASTA EL PRÓXIMO CURSO
FELIZ VERANO