Pero también el muro del no conformarse, de la lucha constante y callada, de la protesta, la indignación... un muro que representa a un pueblo que consigue su libertad y su unión.

¡Cuidado! que aún hay muros que nos separan aunque no sean de ladrillo. ¡Cuidado! que nos estamos
dejando aislar. ¡Cuidado! que siempre hay un pequeño, un pobre, un hermano, un igual que pierde frente a un grande, un rico, un fuerte, un poderoso... o simplemente un yo, un tú... ¡Cuidado! con los muros que hay a nuestro alrededor. ¡Cuidado! con los muros que hay en nuestro propio interior...
Ahora que estamos de aniversario, es una buena ocasión para recordar que la humanidad no está hecha para muros, sino para puentes. Y que, entre todos, sí que podemos destruir la pobreza, la desigualdad, la soledad, el consumismo, el individualismo y todo aquello que, en lugar de unirnos, nos separa.
Es el momento de los puentes que, sin negar la riqueza que nos diferencia, unen posturas, respetan, dialogan, comparten, se compadecen, aceptan, caminan...
Es el momento de sacar palas y picos y que queden en la memoria y en los museos las piedras que lanzábamos a las cabezas de los demás.
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