En los evangelios se recogen algunos textos de carácter
apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser
atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas,
envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de
persecuciones el final de los tiempos.
Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser
tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la
huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis “tendréis
ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión
de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Llevamos ya cinco años sufriendo una crisis que está golpeando
duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con
realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el
momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?
Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos
hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido
básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo
lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y
comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o
vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo
al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de
una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en
nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y
solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van
quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de
larga duración, inmigrantes enfermos...) ¿Nos preocupamos de abrir los ojos
para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos
pensar en alguna iniciativa realista
desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea
empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana...? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.
José Antonio Pagola
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