El segundo domingo de Cuaresma
es casi una antítesis del primero. Donde había duda, aquí hay fe; donde había
castigo, aquí hay bendición; donde había desierto, aquí hay montaña; donde
había tentación, aquí hay experiencia de Dios; donde había sufrimiento, aquí
hay dicha plenificante; donde había pecado, aquí hay gracia y santidad.
Tú,
que subes y enciendes la montaña.
Invítanos
a seguirte, que el aire de la ciudad
está
contaminado.
Tú,
que te abrías a la presencia del Padre,
ungido
del Espíritu,
enséñanos
a rezar en el Espíritu del Padre nuestro,
y
clamar: ¡Abba!
Tú,
que brillas como el sol,
vence
las tinieblas de nuestro corazón,
conviértenos
en transparencia de tu luz.
Tú,
que levantabas al caído
y
enderezabas a la mujer encorvada,
enséñanos
a defender la dignidad
de
todos los hombres y mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario