Hoy se nos habla de la tentación y el pecado, por una parte; de la tentación y la gracia, por otra.
La tentación acompaña siempre al hombre. Hubo tentación en el principio, hubo tentación en tiempos de Jesús, hay tentación multiplicada en nuestros días.
Si el ejemplo de Adán nos marcó dramáticamente, el ejemplo de Jesús nos ilumina y salva misericordiosamente.
¡Cuántas son las piedras de mi corazón!
La piedra fría de mi indiferencia,
la piedra dura de mi violencia,
la piedra solitaria de mi individualismo,
la piedra grande de mi orgullo,
la piedra gorda de mi codicia.
Convierte, Señor, estas piedras en panes:
pan de ternura y amistad,
pan de ofrenda y generosidad,
pan de limpieza y bondad.
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